Ñemboja digital Módulo 2 - Semana 9
4. LOS INMIGRANTES
4.1. El Camino de los Inmigrantes
¿Por qué venían los
inmigrantes? ¿Por qué millones de personas desde principios del siglo XIX
emigraron masivamente, dejando sus países de origen para establecerse en
tierras lejanas?
¿Cómo se combinaron los factores estructurales
es decir, las condiciones de los países de origen y de destino con las
estrategias de los propios migrantes, es decir cómo decidían emigrar en función
de sus proyectos, de la información de la cual disponían y de sus relaciones
sociales primarias: amigos, parientes, paisanos? En primer término, las
circunstancias internacionales durante ese período hicieron posible la
emigración de europeos hacia América. Los rasgos particulares que tuvo la
"gran emigración" fueron en cierta medida la continuación de una
movilidad geográfica anterior, dentro de Europa, pero que presentó
características que la convirtieron en un fenómeno diferente, por la masividad
del fenómeno, y por la preeminencia de destinos más allá de los océanos.
A continuación, las condiciones en la Argentina a partir de 1880: la
pacificación política, el crecimiento de la economía, y las transformaciones de
la estructura institucional del país impulsadas por el gobierno de Roca. Por
último, si bien existió, desde mediados del siglo XIX, un contexto
internacional y nacional que favoreció el proceso migratorio de masas, los
inmigrantes no respondieron mecánicamente a los estímulos externos; tomaron la
decisión de expatriarse después de evaluar la información de que disponían,
eligiendo determinados destinos en vez de otros, y resolviendo cuáles miembros
del grupo familiar emigrarían y cuáles permanecerían en el país de origen.
Desde esta perspectiva, fueron diversas las
vías por las cuales los emigrantes potenciales obtenían noticias de las
posibilidades que ofrecían los eventuales países de destino, y opciones
concretas a partir de las cuales tomar sus decisiones. Por un lado, la
información proporcionada por agentes del gobierno, de las compañías de
colonización o de las compañías de navegación, y de aquella que los emigrantes obtenían
a través de sus relaciones con parientes, amigos y vecinos. Por otro, de las
propias redes utilizadas por los migrantes en función de objetivos prácticos
como la obtención de trabajo y alojamiento.
Asimismo, las motivaciones que empujaron a abandonar la patria,
incluso en el cuadro predominante de la pobreza y de la ausencia de ofertas
satisfactorias, podían ser varias: el deseo de mejorar las propias experiencias
profesionales; la búsqueda de ahorros para impedir la proletarización del grupo
familiar en el pueblo de origen; o el malestar por una marginalidad social o
política sin perspectiva de adecuadas salidas locales, en comparación con
ocasiones más apetecibles en otros lugares y demasiado a menudo largamente
ensalzadas. ¿Cuáles fueron los países desde los cuales partieron más
emigrantes?
Ello fue variando con el tiempo. Durante la
mayor parte del siglo XIX, los mayores contingentes de emigrantes salieron de
Europa Nord-occidental, con las Islas Británicas -incluyendo a Irlanda- a la
cabeza, seguida por Alemania (más correctamente los estados que constituirán en
futuro imperio alemán) y en tercer lugar por los países escandinavos.
Durante los primeros decenios del siglo XIX, la emigración del
noroeste europeo se dirigió a América del Norte, lo que ayudó a consolidar el
origen anglosajón ya instalado en aquellas tierras del nuevo mundo. Los flujos
menos intensos, procedentes de España, Italia, Portugal y, en menor medida, de
Polonia y Rusia (que tomó importancia luego de que Estados Unidos cerrara la
inmigración a estos grupos en 1921) se concentraron en América Latina,
manteniéndose una característica diferenciación en la población de las dos
áreas americanas.
Desde la segunda mitad del siglo XIX los
principales países de emigración fueron los de Europa del Sud - Italia y
España- y de Europa centro-oriental, zonas que adquirieron una neta
predominancia en los movimientos transoceánicos, incluidos aquellos hacia
Norteamérica.
Los países que, como los Estados Unidos, recibieron inmigrantes desde
comienzos del siglo XIX, fueron el destino privilegiado de la "vieja
emigración" de Europa del Norte; aquellos que, como la Argentina, abrieron
más tardíamente las puertas a la inmigración, recibieron en cambio
mayoritariamente a europeos del Sud y del Este. Durante la primera fase, de la
"old inmigration", la que se dirigió a Norteamérica y Australia, los
factores de expulsión parecen predominar sobre los factores de atracción, aún
en su estrecha interdependencia recíproca. Los componentes cualitativos, el
papel de guía de los primeros inmigrantes, y las políticas gubernativas,
ejercieron una función determinante en la orientación de los flujos
migratorios.
En la segunda mitad del siglo XIX maduran las
condiciones para la entrada de otros países europeos que hasta el momento
habían permanecido al margen del fenómeno migratorio. La consolidación de las
economías americanas, en particular de la estadounidense, tras la guerra de
secesión (1861-1865), y la revolución en los transportes marítimos, favorecen
un éxodo desde Europa de proporciones gigantescas. La producción industrial del
mundo aumenta siete veces en este período, permitiendo una fuerte acumulación
de capital y la progresiva conformación de un mercado mundial.
Los economistas del siglo XIX, a diferencia de
los del siglo precedente, que consideraban negativamente los procesos
migratorios, los ven ahora de modo positivo, como instrumento para descargar
las poblaciones excedentes y las tensiones sociales en otros territorios, así
como para crear nuevos mercados. Se suelen considerar predominantes en esta
fase los factores de atracción para la formación de un verdadero mercado
internacional del trabajo. También Argentina y el Brasil adoptarán, a partir de
los años ochenta, políticas gubernativas e incentivos dirigidos a atraer
trabajadores europeos para el desarrollo de sectores enteros de su economía.
Durante los últimos veinte años del siglo, los dos países latinoamericanos,
logran absorber más de un quinto de toda la corriente migratoria europea.
Parte del excedente de población emigró dentro de Europa: en algunos
casos se trataba de movimientos migratorios entre regiones de un mismo estado
nacional, en otros de emigración hacia otros países europeos. Francia, por
ejemplo, fue un país desde el cual se emigró muy poco, ya que el crecimiento de
su población a lo largo del siglo XIX fue el más bajo de Europa. Fue en cambio
un país de inmigración.