Ñemboja digital Módulo 2 - Semana 9
5. El Camino de los Inmigrantes
¿Por qué venían los inmigrantes? ¿Por qué millones de personas desde
principios del siglo XIX emigraron masivamente, dejando sus países de origen
para establecerse en tierras lejanas?
¿Cómo se combinaron los factores estructurales
es decir, las condiciones de los países de origen y de destino con las
estrategias de los propios migrantes, es decir cómo decidían emigrar en función
de sus proyectos, de la información de la cual disponían y de sus relaciones
sociales primarias: amigos, parientes, paisanos? En primer término, las
circunstancias internacionales durante ese período hicieron posible la
emigración de europeos hacia América. Los rasgos particulares que tuvo la
"gran emigración" fueron en cierta medida la continuación de una
movilidad geográfica anterior, dentro de Europa, pero que presentó características
que la convirtieron en un fenómeno diferente, por la masividad del fenómeno, y
por la preeminencia de destinos más allá de los océanos.
A continuación, las condiciones en la
Argentina a partir de 1880: la pacificación política, el crecimiento de la
economía, y las transformaciones de la estructura institucional del país
impulsadas por el gobierno de Roca. Por último, si bien existió, desde mediados
del siglo XIX, un contexto internacional y nacional que favoreció el proceso
migratorio de masas, los inmigrantes no respondieron mecánicamente a los
estímulos externos; tomaron la decisión de expatriarse después de evaluar la
información de que disponían, eligiendo determinados destinos en vez de otros,
y resolviendo cuáles miembros del grupo familiar emigrarían y cuáles
permanecerían en el país de origen.
Desde esta perspectiva, fueron diversas las
vías por las cuales los emigrantes potenciales obtenían noticias de las
posibilidades que ofrecían los eventuales países de destino, y opciones
concretas a partir de las cuales tomar sus decisiones. Por un lado, la
información proporcionada por agentes del gobierno, de las compañías de
colonización o de las compañías de navegación, y de aquella que los emigrantes
obtenían a través de sus relaciones con parientes, amigos y vecinos. Por otro,
de las propias redes utilizadas por los migrantes en función de objetivos
prácticos como la obtención de trabajo y alojamiento.
Asimismo, las motivaciones que empujaron a
abandonar la patria, incluso en el cuadro predominante de la pobreza y de la
ausencia de ofertas satisfactorias, podían ser varias: el deseo de mejorar las
propias experiencias profesionales; la búsqueda de ahorros para impedir la
proletarización del grupo familiar en el pueblo de origen; o el malestar por una
marginalidad social o política sin perspectiva de adecuadas salidas locales, en
comparación con ocasiones más apetecibles en otros lugares y demasiado a menudo
largamente ensalzadas.
¿Cuáles fueron los países desde los cuales
partieron más emigrantes?
Ello fue variando con el tiempo. Durante la
mayor parte del siglo XIX, los mayores contingentes de emigrantes salieron de
Europa Nord-occidental, con las Islas Británicas -incluyendo a Irlanda- a la
cabeza, seguida por Alemania (más correctamente los estados que constituirán en
futuro imperio alemán) y en tercer lugar por los países escandinavos.
Durante los primeros decenios del siglo XIX,
la emigración del noroeste europeo se dirigió a América del Norte, lo que ayudó
a consolidar el origen anglosajón ya instalado en aquellas tierras del nuevo
mundo. Los flujos menos intensos, procedentes de España, Italia, Portugal y, en
menor medida, de Polonia y Rusia (que tomó importancia luego de que Estados
Unidos cerrara la inmigración a estos grupos en 1921) se concentraron en
América Latina, manteniéndose una característica diferenciación en la población
de las dos áreas americanas.
Desde la segunda mitad del siglo XIX los
principales países de emigración fueron los de Europa del Sud - Italia y
España- y de Europa centro-oriental, zonas que adquirieron una neta
predominancia en los movimientos transoceánicos, incluidos aquellos hacia
Norteamérica.
Los países que, como los Estados Unidos,
recibieron inmigrantes desde comienzos del siglo XIX, fueron el destino
privilegiado de la "vieja emigración" de Europa del Norte; aquellos
que, como la Argentina, abrieron más tardíamente las puertas a la inmigración,
recibieron en cambio mayoritariamente a europeos del Sud y del Este. Durante la
primera fase, de la "old inmigration", la que se dirigió a
Norteamérica y Australia, los factores de expulsión parecen predominar sobre
los factores de atracción, aún en su estrecha interdependencia recíproca. Los
componentes cualitativos, el papel de guía de los primeros inmigrantes, y las políticas
gubernativas, ejercieron una función determinante en la orientación de los
flujos migratorios.
En la segunda mitad del siglo XIX maduran las
condiciones para la entrada de otros países europeos que hasta el momento
habían permanecido al margen del fenómeno migratorio. La consolidación de las
economías americanas, en particular de la estadounidense, tras la guerra de
secesión (1861-1865), y la revolución en los transportes marítimos, favorecen
un éxodo desde Europa de proporciones gigantescas. La producción industrial del
mundo aumenta siete veces en este período, permitiendo una fuerte acumulación
de capital y la progresiva conformación de un mercado mundial.
Los economistas del siglo XIX, a diferencia de
los del siglo precedente, que consideraban negativamente los procesos
migratorios, los ven ahora de modo positivo, como instrumento para descargar
las poblaciones excedentes y las tensiones sociales en otros territorios, así
como para crear nuevos mercados. Se suelen considerar predominantes en esta
fase los factores de atracción para la formación de un verdadero mercado
internacional del trabajo. También Argentina y el Brasil adoptarán, a partir de
los años ochenta, políticas gubernativas e incentivos dirigidos a atraer
trabajadores europeos para el desarrollo de sectores enteros de su economía.
Durante los últimos veinte años del siglo, los dos países latinoamericanos,
logran absorber más de un quinto de toda la corriente migratoria europea.
Parte del excedente de población emigró dentro
de Europa: en algunos casos se trataba de movimientos migratorios entre
regiones de un mismo estado nacional, en otros de emigración hacia otros países
europeos. Francia, por ejemplo, fue un país desde el cual se emigró muy poco,
ya que el crecimiento de su población a lo largo del siglo XIX fue el más bajo
de Europa. Fue en cambio un país de inmigración.