Ñemboja digital Módulo 2 - Semana 9
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Libro: | Ñemboja digital Módulo 2 - Semana 9 |
Imprimido por: | Invitado |
Día: | domingo, 22 de diciembre de 2024, 15:08 |
1. Contexto histórico de la inmigración masiva
El orden conservador
En la República Argentina tenía vigencia el sufragio
universal, esto significaba el derecho a votar de los hombres mayores de 18
años. En términos jurídicos, los ciudadanos argentinos podían votar y ser
elegidos para ejercer distintas funciones de gobierno. Sin embargo, el proceso
electoral era controlado por unos pocos y estaba plagado de manipulaciones y
falsificación de los resultados con la intención de que triunfara un
determinado candidato
Para garantizar el control de la sucesión
presidencial, los sectores que ejercían el poder político adulteraban los
padrones, utilizaban libretas de personas fallecidas, cambiaban las urnas,
entre otras trampas muy frecuentes para llevar adelante el fraude
electoral.
Hacia 1880 el Partido Autonomista Nacional
estaba basado en la alianza entre los gobernadores y senadores provinciales.
Esta alianza, junto con el presidente saliente, acordaba previamente cuál sería
la fórmula vencedora. Era la política de los notables -como se los llamaba en
la época- por su prestigio social, capital cultural y poder económico, quienes
se consideraban los más aptos para ejercer las funciones de gobierno. La
asistencia a ejercer el sufragio era muy baja, ya que no había interés en
participar en ese proceso electoral, cuyos resultados estaban previamente
convenidos. El voto no era secreto ni había obligación de votar.
2. Ley Sáenz Peña
Así, el período que se abrió entre 1880 y 1916
se denomina orden conservador, debido a estas prácticas electorales que
buscaban garantizar que el poder estuviera en manos de un grupo reducido.
También es definido como orden oligárquico dado que la organización social,
política y económica quedaba bajo el control de aquel grupo, cuyo prestigio
social y prosperidad económica levantaba barreras para el ingreso de otros
grupos a ese círculo.
A pesar de ser restrictivo en el campo
político, este período se caracterizó por la aprobación de leyes laicas que
otorgaron un gran poder al Estado en funciones que anteriormente habían sido
ejercidas por la Iglesia: la educación y el registro en las parroquias de los nacimientos,
los casamientos y las defunciones.
Algunas de las leyes laicas más importantes
fueron:
- Ley
1420 de Educación Común: establecía la enseñanza primaria como gratuita,
obligatoria y laica, porque la enseñanza de la religión no estaba incluida en
los planes de estudios. La exclusión del catecismo de las aulas provocó
intensos debates entre los católicos y los liberales.
- Ley del Matrimonio Civil.
- Ley de Registro Civil.
3. Latifundios, inversiones extranjeras e inmigración
Alcanzar el orden político era un requisito imprescindible para el progreso. La formación del Estado favoreció la inserción de la Argentina en el mercado mundial como proveedora de carnes y cereales. La Argentina exportaba productos agropecuarios e importaba productos manufacturados de los países industrializados. Inglaterra fue el principal comprador de las carnes y cereales pampeanos, que al mismo tiempo vendía sus mercaderías y era el principal inversor en la construcción de ferrocarriles, puertos, bancos y frigoríficos.
4. Los inmigrantes
A mediados del siglo XIX comenzó el proceso de
la llegada masiva de inmigrantes, que se acentuó a partir de 1880. El Estado
tuvo un rol activo en la promoción de campañas en Europa para atraer
extranjeros y se produjo una gran transformación en las áreas rurales y urbanas
de la región de pampeana y del litoral. Los extranjeros se distribuyeron por
todo el país, pero se concentraron en aquellas regiones de mayor desarrollo
económico. Allí se concentró el 80% de los inmigrantes.
Entre 1870 y 1914 la población aumentó de
1.800.000 habitantes a 8.000.000.
La mayoría de las personas inmigrantes
eran de origen italiano y español, pero también llegaron alemanes, franceses,
irlandeses, rusos, polacos y sirios, entre otros.
Los atractivos para «hacer la América» para
los inmigrantes eran la posibilidad de trabajar en las cosechas, en la
construcción de ferrocarriles y en obras públicas. Para las personas
inmigrantes no fue fácil acceder a la propiedad de la tierra, ya que esta se
concentró en pocas manos. Las grandes extensiones de tierra (latifundios)
pertenecían a las familias criollas.
Algunos inmigrantes en Santa Fe y Entre Ríos
fundaron colonias agrícolas hacia mediados del siglo XIX. Hubo argentinos e
inmigrantes que pudieron comprar chacras (unidades pequeñas y medianas de
producción cerealera).
El chacarero podía ser un propietario mediano
o pequeño, pero más comúnmente era arrendatario (inquilino) de las tierras. Con
las mejoras técnicas en la producción agropecuaria y la introducción del ferrocarril,
el precio de la tierra subió y su adquisición fue más dificultosa para los
inmigrantes.
Muchos de ellos se empleaban como mano de obra
en las cosechas o bien alquilaban parcelas que los propietarios destinaban a la
agricultura, mientras que los terratenientes o los grandes propietarios se
reservaban otras tierras, preferentemente para el desarrollo de la ganadería de
exportación.
El paisaje rural se modificó con:
• La extensión del ferrocarril.
• La creación de pueblos y colonias dedicados
a la producción agropecuaria.
El paisaje urbano se transformó con:
• La construcción de edificios públicos y
escuelas.
• El diseño de parques y jardines.
• Los diferentes tipos de viviendas:
palacios que desplazaban a las viejas casas coloniales, que eran demolidas o
transformadas en viviendas económicas y colectivas, llamadas conventillos.
Estos albergaban a las familias de inmigrantes en condiciones de hacinamiento e
insalubridad.
5. El Camino de los Inmigrantes
¿Por qué venían los inmigrantes? ¿Por qué millones de personas desde
principios del siglo XIX emigraron masivamente, dejando sus países de origen
para establecerse en tierras lejanas?
¿Cómo se combinaron los factores estructurales
es decir, las condiciones de los países de origen y de destino con las
estrategias de los propios migrantes, es decir cómo decidían emigrar en función
de sus proyectos, de la información de la cual disponían y de sus relaciones
sociales primarias: amigos, parientes, paisanos? En primer término, las
circunstancias internacionales durante ese período hicieron posible la
emigración de europeos hacia América. Los rasgos particulares que tuvo la
"gran emigración" fueron en cierta medida la continuación de una
movilidad geográfica anterior, dentro de Europa, pero que presentó características
que la convirtieron en un fenómeno diferente, por la masividad del fenómeno, y
por la preeminencia de destinos más allá de los océanos.
A continuación, las condiciones en la
Argentina a partir de 1880: la pacificación política, el crecimiento de la
economía, y las transformaciones de la estructura institucional del país
impulsadas por el gobierno de Roca. Por último, si bien existió, desde mediados
del siglo XIX, un contexto internacional y nacional que favoreció el proceso
migratorio de masas, los inmigrantes no respondieron mecánicamente a los
estímulos externos; tomaron la decisión de expatriarse después de evaluar la
información de que disponían, eligiendo determinados destinos en vez de otros,
y resolviendo cuáles miembros del grupo familiar emigrarían y cuáles
permanecerían en el país de origen.
Desde esta perspectiva, fueron diversas las
vías por las cuales los emigrantes potenciales obtenían noticias de las
posibilidades que ofrecían los eventuales países de destino, y opciones
concretas a partir de las cuales tomar sus decisiones. Por un lado, la
información proporcionada por agentes del gobierno, de las compañías de
colonización o de las compañías de navegación, y de aquella que los emigrantes
obtenían a través de sus relaciones con parientes, amigos y vecinos. Por otro,
de las propias redes utilizadas por los migrantes en función de objetivos
prácticos como la obtención de trabajo y alojamiento.
Asimismo, las motivaciones que empujaron a
abandonar la patria, incluso en el cuadro predominante de la pobreza y de la
ausencia de ofertas satisfactorias, podían ser varias: el deseo de mejorar las
propias experiencias profesionales; la búsqueda de ahorros para impedir la
proletarización del grupo familiar en el pueblo de origen; o el malestar por una
marginalidad social o política sin perspectiva de adecuadas salidas locales, en
comparación con ocasiones más apetecibles en otros lugares y demasiado a menudo
largamente ensalzadas.
¿Cuáles fueron los países desde los cuales
partieron más emigrantes?
Ello fue variando con el tiempo. Durante la
mayor parte del siglo XIX, los mayores contingentes de emigrantes salieron de
Europa Nord-occidental, con las Islas Británicas -incluyendo a Irlanda- a la
cabeza, seguida por Alemania (más correctamente los estados que constituirán en
futuro imperio alemán) y en tercer lugar por los países escandinavos.
Durante los primeros decenios del siglo XIX,
la emigración del noroeste europeo se dirigió a América del Norte, lo que ayudó
a consolidar el origen anglosajón ya instalado en aquellas tierras del nuevo
mundo. Los flujos menos intensos, procedentes de España, Italia, Portugal y, en
menor medida, de Polonia y Rusia (que tomó importancia luego de que Estados
Unidos cerrara la inmigración a estos grupos en 1921) se concentraron en
América Latina, manteniéndose una característica diferenciación en la población
de las dos áreas americanas.
Desde la segunda mitad del siglo XIX los
principales países de emigración fueron los de Europa del Sud - Italia y
España- y de Europa centro-oriental, zonas que adquirieron una neta
predominancia en los movimientos transoceánicos, incluidos aquellos hacia
Norteamérica.
Los países que, como los Estados Unidos,
recibieron inmigrantes desde comienzos del siglo XIX, fueron el destino
privilegiado de la "vieja emigración" de Europa del Norte; aquellos
que, como la Argentina, abrieron más tardíamente las puertas a la inmigración,
recibieron en cambio mayoritariamente a europeos del Sud y del Este. Durante la
primera fase, de la "old inmigration", la que se dirigió a
Norteamérica y Australia, los factores de expulsión parecen predominar sobre
los factores de atracción, aún en su estrecha interdependencia recíproca. Los
componentes cualitativos, el papel de guía de los primeros inmigrantes, y las políticas
gubernativas, ejercieron una función determinante en la orientación de los
flujos migratorios.
En la segunda mitad del siglo XIX maduran las
condiciones para la entrada de otros países europeos que hasta el momento
habían permanecido al margen del fenómeno migratorio. La consolidación de las
economías americanas, en particular de la estadounidense, tras la guerra de
secesión (1861-1865), y la revolución en los transportes marítimos, favorecen
un éxodo desde Europa de proporciones gigantescas. La producción industrial del
mundo aumenta siete veces en este período, permitiendo una fuerte acumulación
de capital y la progresiva conformación de un mercado mundial.
Los economistas del siglo XIX, a diferencia de
los del siglo precedente, que consideraban negativamente los procesos
migratorios, los ven ahora de modo positivo, como instrumento para descargar
las poblaciones excedentes y las tensiones sociales en otros territorios, así
como para crear nuevos mercados. Se suelen considerar predominantes en esta
fase los factores de atracción para la formación de un verdadero mercado
internacional del trabajo. También Argentina y el Brasil adoptarán, a partir de
los años ochenta, políticas gubernativas e incentivos dirigidos a atraer
trabajadores europeos para el desarrollo de sectores enteros de su economía.
Durante los últimos veinte años del siglo, los dos países latinoamericanos,
logran absorber más de un quinto de toda la corriente migratoria europea.
Parte del excedente de población emigró dentro
de Europa: en algunos casos se trataba de movimientos migratorios entre
regiones de un mismo estado nacional, en otros de emigración hacia otros países
europeos. Francia, por ejemplo, fue un país desde el cual se emigró muy poco,
ya que el crecimiento de su población a lo largo del siglo XIX fue el más bajo
de Europa. Fue en cambio un país de inmigración.
6. El viaje de los emigrantes
Para los emigrantes el viaje comenzaba en el
momento en que partían de su pueblo natal para dirigirse a los puertos. La
partida solía ser un acontecimiento colectivo, en el que eran protagonistas
grupos de parientes y paisanos que se dirigían al exterior de acuerdo a un
itinerario prefijado.
Desde mediados del siglo XIX el medio de
transporte hacia los puertos fue el ferrocarril, y los barcos a vela fueron
siendo reemplazados por los vapores.
El extraordinario impulso que la navegación
transoceánica recibió durante toda la segunda mitad del siglo XIX y hasta la
Primera Guerra Mundial fue el vehículo, no sólo técnico - material sino también
económico de la gran emigración europea hacia el Nuevo Mundo. Los progresos en
la navegación contribuyeron a la integración del mercado mundial uniendo a
mercados muy distantes entre sí, alimentando el flujo creciente de personas y
mercaderías a medida que decrecían los costos de transporte. La revolución de
los transportes marítimos provocó una reducción sostenida de los costos de los
pasajes: en 1885 el precio del pasaje entre Nueva York y Hamburgo era de 8
dólares, y esta suma era a menudo inferior a la que debían pagar los emigrantes
por el transporte a los puertos atlánticos. Bajos costos y rapidez de los
viajes transoceánicos permitieron ampliar el área de reclutamiento de los
emigrantes agregando a las tradicionales regiones de emigración Europa del Norte,
las zonas de Europa oriental y mediterránea. También hicieron posible, sobre
todo a comienzos de este siglo, una nueva forma de emigración, la emigración
pendular o golondrina, una emigración temporaria pero con destinos
transoceánicos.
Los emigrantes se dirigían a los distintos
puertos según la cercanía respecto a sus lugares de origen y a las facilidades
que las distintas compañías ofrecían. Partían mayoritariamente de Génova,
Trieste, Nápoles, El Havre, Burdeos, Hamburgo, puertos españoles. La emigración
masiva fue un negocio muy lucrativo para las compañías de navegación. Los
armadores lograron obtener bajos costos de transporte reduciendo la
tripulación, sirviendo comida de escasa calidad, ofreciendo a los emigrantes
espacios reducidos y precarias condiciones de higiene a bordo. Los testimonios
de los protagonistas y de los médicos y funcionarios destinados al control
sanitario ofrecen una imagen dramática del viaje, acechado por enfermedades e
incomodidades.
Las precarias condiciones de las naves llevaron
a las autoridades de los diversos países a regular los aspectos sanitarios del
viaje, concentrando su atención en los requisitos que debían cumplir las naves,
para evitar la aparición y difusión de enfermedades infecciosas. La voluntad de
los gobiernos por garantizar buenas condiciones sanitarias contrastaba con los
intereses de las compañías de navegación. Para las compañías, el objetivo era
el de embarcar el mayor número de pasajeros, sin respetar las disposiciones
legales. El viaje se transformaba para los emigrantes en una pesadilla de
gentío, de malos olores, de exceso de frío o de calor, según las estaciones, y
más en general de intolerable promiscuidad.
A medida que los gobiernos fueron regulando
las condiciones del viaje, estas comenzaron a mejorar. Parte de las
características que describiremos en los párrafos que siguen corresponden al
período previo a la primera década del siglo XX, etapa en la que el viaje
consistía en una experiencia de rasgos fuertemente negativos. De todos modos,
las condiciones variaban también entre las distintas compañías de navegación.
Los buques que desembarcaban emigrantes en el puerto de Buenos Aires, aparte de
la tercera clase, disponían también de una confortable segunda -los inmigrantes
eran definidos por la ley argentina como aquellos que llegaban en segunda o
tercera clase- y una lujosa primera clase. En la tercera viajan la mayoría de
los emigrantes; la segunda en cambio tiene características menos definidas,
emigrantes que han hecho fortuna y se pueden permitir un viaje más cómodo,
pequeños comerciantes, y el clero. En la primera están los ricos argentinos de
regreso, y luego franceses, españoles, brasileños. A éstos deben agregarse los
médicos de a bordo, los oficiales, los sacerdotes. Siguen el mismo itinerario,
pero constituyen trayectorias paralelas, divididas entre sí por un abismo
social. Durante el viaje, los pasajeros de primera y de segunda son preservados
rigurosamente de las incursiones de los de tercera, mientras que a ellos les
está permitido, y con poco riesgo, irrumpir en el otro territorio.
Las diferencias sociales se hacen evidentes
desde el momento del embarque en los buques. Edmundo De Amicis ha dejado un
dramático testimonio de ello en su libro Sull'Oceano. Dice De Amicis: "El
contraste entre la elegancia de los pasajeros de primera clase, los
guardapolvos, las sombrereras, junto a un perrito, que atravesaban la multitud
de miserables: rostros y ropas de todas partes de Italia, robustos trabajadores
de ojos tristes, viejos andrajosos y sucios, mujeres embarazadas, muchachas
alegres, muchachones achispados, villanos en mangas de camisa.(...) Como la
mayor parte habían pasado una o dos noches al aire libre, amontonados como
perros en las calles de Génova, no podían tenerse en pie, postrados por el
sueño y el cansancio. Obreros, campesinos, mujeres con niños de pecho,
chicuelos que tenían todavía sobre el pecho, la chapa de metal del asilo donde
habían transcurrido su infancia, (...)sacos y valijas de todas clases en la
mano o sobre la cabeza; Fardos de mantas y colchones a la espalda y apretado
entre los labios el billete con el número de su litera(... Dos horas hacía que
comenzara el embarque, y el inmenso buque siempre inmóvil (... Pasaban los
emigrantes delante de una mesilla, junto a la cual permanecía sentado el
sobrecargo, que reuniéndolos en grupos de seis, llamados ranchos, apuntaba sus
nombres en una hoja impresa (...) para que con ella en la mano, a las horas
señaladas, fuera a buscar la comida a la cocina.
(https://www.argentina.gob.ar/interior/migraciones/museo/el-camino-de-los-inmigrantes )
7. La construcción de una identidad nacional en una sociedad heterogénea
La educación pública, la difusión de símbolos y la elaboración de un pasado común
Los y las inmigrantes conformaron sectores
populares muy diversos y heterogéneos y dieron origen a una incipiente clase
media. Los beneficios de la Ley 1420 fueron muy importantes porque aumentó el número
de niños y niñas escolarizados y disminuyeron notablemente las tasas de
analfabetismo en el país.
En este proceso fue muy importante la
creación de una identidad colectiva mediante la incorporación de la población
inmigrante a la sociedad argentina.
La educación primaria gratuita,
obligatoria y laica tuvo un papel central en la formación de esta pertenencia a
la Nación Argentina. Por medio de:
1. La transmisión de pautas culturales
tendientes a construir una sociedad moderna, acorde a las naciones occidentales
consideradas «civilizadas».
2. La transmisión de un relato común sobre el
pasado argentino.
3. El conocimiento del territorio argentino,
de modo de promover un sentimiento patriótico.
4. La enseñanza del castellano como la lengua
nacional compartida.
La nacionalización de las personas inmigrantes
se reforzó con las ceremonias escolares en las que se entonaba el himno, se
respetaba la bandera, a los héroes de la patria y se celebraban los episodios
considerados gloriosos.