Ñemboja digital Módulo 2 - Semana 10
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Ñemboja digital Módulo 2 - Semana 10
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domingo, 22 de diciembre de 2024, 15:57
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1. Las situaciones de pobreza
El concepto de pobreza se refiere a la carencia
y a las necesidades no satisfechas de las personas. Entre las necesidades
consideradas básicas o esenciales de la sociedad actual, algunas son materiales (como alimentación,
vivienda, vestimenta, servicios sanitarios, agua potable, etc.) y otras no materiales (como la atención de la
salud, la educación, el acceso al empleo, etc.).
La posibilidad de que las personas puedan
satisfacer sus necesidades materiales y no materiales determina el grado de
desarrollo de la sociedad en la que viven.
La medición de la pobreza
En la Argentina se utilizan dos métodos para
medir la pobreza. Por un lado, se aplica directamente el método de las
NECESIDADES BASICAS INSATIFECHAS (NBI) que identifica a la población que no
puede satisfacer alguna de las necesidades básicas. Por otro lado, se utiliza
el método indirecto de ENFOQUE DEL INGRESO que identifica a la población en
situación de pobreza, comparando sus ingresos con un ingreso mínimo o línea de
pobreza (LP).
2. Hogares con necesidades básicas instatisfechas
El método de medición de las Necesidades
Básicas Insatisfechas (NBI) toma en consideración un conjunto de indicadores
relacionados con necesidades básicas estructurales (vivienda, educación, salud,
infraestructura pública. etc.) que se requiere para evaluar el bienestar
individual.
La principal característica de este método es
que carece de sensibilidad a los cambios coyunturales y por lo tanto ofrece una
visión específica del comportamiento de la pobreza.
El indicador de NBI se elabora en base a los
datos del Censo de Población, Hogares y Viviendas que realiza el INDEC, y
considera que un hogar es pobre por NBI si sufre al menos una de las carencias
o privaciones preestablecidas. Los criterios de privación fueron los
siguientes:
Vivienda: hogares en una vivienda
de tipo inconveniente (según materiales de los pisos, techos y paredes, según
se encuentre o no en una zona inundable, villa o basural, dependiendo del
régimen de tenencia de la vivienda).
Condiciones sanitarias: hogares que
no tuvieran ningún tipo de retrete. (NBI 2)
Hacinamiento: hogares que
tuvieran más de tres personas por cuarto. (NBI 3)
Asistencia escolar: hogares que
tuvieran algún niño en edad escolar (6 a 12 años) que no asistiera a la
escuela. (NBI 4)
Capacidad de subsistencia:
hogares que tuvieran cuatro o más personas por miembro ocupado y, además. cuyo
jefe no haya completado tercer grado de escolaridad primaria. (NBI 5).
El método indirecto.
En cambio, el método indirecto calcula la
pobreza de manera mas fluctuante, porque los resultados dependen de la
evolución de los ingresos, y estos, por su parte, varían de acuerdo con la
situación económica de cada momento. La línea de pobreza representa la cantidad
de dinero necesario para cubrir las necesidades básicas de un hogar: los
alimentos, la vivienda, la educación, los medicamentos, la ropa y el
transporte. Los hogares cuyos ingresos son inferiores a esa cantidad de dinero,
se consideran pobres, es decir, que se encuentran por debajo de la línea de
pobreza.
A su vez, dentro de este último sector, el método
del ingreso distingue el grupo de habitantes en situación de indigencia. Para
ello, se emplea el criterio de medición denominado línea de indigencia. Este
límite está definido por la cantidad de dinero necesaria para adquirir la
canasta básica de alimentos, que cubre las necesidades nutricionales de las
personas, es decir, que les provee las calorías y los nutrientes
imprescindibles para la supervivencia en condiciones mínimas de salud. Los
hogares cuyos ingresos son inferiores al precio de esa canasta básica se
consideran indigentes.
Por estas características de los métodos de
medición de la pobreza puede ocurrir que una misma persona pueda ser
considerada pobre desde la perspectiva de uno de los métodos y no lo sea para
el otro enfoque. Por ejemplo, una persona que vive en un lugar que no tiene
necesidades básicas insatisfechas puede ser considerada pobre si, en un
determinado momento, sus ingresos se encuentran por debajo de la línea de
pobreza.
3. Condiciones de vida, otros elementos
Hacinamiento, se consideran
hogares con hacinamiento crítico aquellos en los que habitan más de tres
personas por cuarto. Para ello, se toma en cuenta la cantidad de
ambientes/habitaciones que tiene el hogar para uso exclusivo (excluyendo
cocina, baño, pasillos, lavadero, garaje), es decir, sin compartir con otros
hogares. En este sentido, se considera ambiente/ habitación todo cuarto
separado por tabiques o paredes desde el piso hasta el techo.
Suministro de agua corriente a
través de redes públicas y las redes de desagües cloacales. El acceso de los
hogares a dichos servicios depende, en primer lugar, de la existencia de estas
redes en las inmediaciones de la vivienda y, en segundo lugar, de que se hayan
realizado las conexiones domiciliarias a estas. Los indicadores de acceso a los servicios públicos se presentan de modo
dicotómico – distinguiendo a los hogares según accedan o no a estos–, cabe
señalar que las variables utilizadas para la construcción de dichos indicadores
contienen un conjunto de categorías que permiten caracterizar a los hogares que
no acceden a las redes públicas según las distintas modalidades a través de las
cuales se proveen de agua y los distintos tipos de desagüe de las excretas.
Entre los hogares que no acceden al agua
corriente, se distinguen aquellos que acceden
a través de una perforación con bomba a motor, con bomba manual, u otra
fuente (ríos, camión aguatero, lluvia, etc.). Con respecto a quienes no acceden a los desagües cloacales, se
encuentran aquellos que disponen de cámara
séptica y pozo ciego, solo de pozo ciego, de hoyo/excavación en la tierra o
quienes no poseen baño.
4. Características del hábitat
Se incluyen aquí indicadores que permiten caracterizar a los hogares según la zona en la cual se encuentra ubicada la vivienda en la que residen. Por un lado, se tiene en cuenta la cercanía a basurales considerando una distancia de tres cuadras o menos. Se entiende por basurales a los terrenos o lugares en donde habitualmente se arrojan residuos y desperdicios. Por otro lado, se considera a las viviendas ubicadas en zonas inundables, entendiendo por tales a las áreas que, ya sea por lluvia o crecida de arroyos, ríos o lagunas, el agua llega al umbral de la puerta de entrada de la vivienda o de las viviendas que se encuentran a tres cuadras o menos. Se consideran aquellos casos en las cuales haya habido inundaciones en los doce meses anteriores al momento de la encuesta.
5. Vivir en un basural. Una marca indeleble en la autoestima.
La empatía es una de las cualidades más elevadas
del ser humano y nace del principio de igualdad, que significa reconocer al
otro como semejante. Es la capacidad para colocarse en el lugar de los demás,
comprender con justeza sus emociones, necesidades y conflictos, y procurar las
soluciones más adecuadas para ello. La educación de la empatía puede – y debe –
formar parte de la construcción constante de una sociedad, preferiblemente
desde los primeros años de vida, por ser la etapa más permeable al aprendizaje.
Está demostrado que la habilidad de imaginarnos
en la situación de otros y el ejercicio de esa actitud a lo largo de la vida,
establece relaciones interpersonales más sanas, y provee de una inmensa
capacidad para accionar en favor de los demás.
La bondad, el amor, la compasión, el
altruismo, la fraternidad, la ética, la unidad, la confianza, la caridad, el
respeto activo, la tolerancia, la justicia, la equidad y la paz son el
corolario inseparable de la capacidad para comprender la situación de los demás
e incidir favorablemente en sus vidas.
6. Una prueba viviente
La práctica de la empatía es sencilla. Hagamos
un ejercicio mental con datos de la realidad: “Salimos del centro de la ciudad
y a 15 minutos encontramos un barrio, un loteo con casas iguales y precarias,
los chicos juegan en la vereda, hay una pequeña despensa con rejas, las calles,
las veredas y los patios – todos iguales, todos de tierra – corre una brisa
caliente que trae un olor nauseabundo. Seguimos caminando, los chicos nos
siguen, se rascan la cara, hacen preguntas, juegan, se ríen y los padres los
regañan, vienen todos con nosotros. El olor es cada vez más penetrante y el
zumbido de las moscas, permanente. Llegamos a una plaza llamada Justicia. Allí
donde estamos, “plaza” significa que es un terreno que no está asignado para
construir viviendas, pero no es la plaza con árboles, asientos, flores, hamacas
y toboganes que todos imaginamos; esta “plaza” es toda tierra, igual que el
patio, igual que la calle, igual que la vereda. Al fondo, un ir y venir de
camiones levanta una polvareda inmensa que se suspende en el aire como una nube
opaca. Las madres mandan a los chicos a la casa “para que no respiren eso” y
ellas se tapan las narices con la manga de la camisa.
Nos cuentan que a 400 metros hay un basural a
cielo abierto y lo que significa ese basural para ellos: los niños sufren de
infecciones en la piel y de enfermedades respiratorias, tienen miedo a las
ratas y al dengue, tienen miedo al viento porque levanta la tierra contaminada
y la peste se les mete en la piel y en la cabeza, tienen miedo a la época de
lluvias porque en ésa zona, el agua no lava, sino que se mezcla con los
residuos y se convierte en un líquido pestilente que derrama tóxicos por el
suelo y por eso tienen miedo de que esos líquidos les envenenen el agua.
Tienen miedo a quejarse, miedo a que les
quiten la casa, y admiten con vergüenza que en realidad el basural es una
“fuente de trabajo”, y que hay personas que “trabajan” allí como “recolectores”
o “clasificadores”. Están dentro del basural en los horarios que llegan los
camiones a descargar y se quedan recolectando / clasificando, sin ninguna
protección y sin leyes. Cuando concluye la jornada laboral, algunos vuelven a
las calles y otros tantos regresan a sus casas, inmundos, contaminados. “No hay
trabajo, pero con esto se come y se vive. En el basural encontramos comida,
ropa, juguetes y cosas para vender o para cambiar”.
Aprendieron a cambiar de todo, excepto la dura
realidad que no tiene trueque, ¿quién puede querer esa realidad?
Esperan que algún gobierno cambie lo que ellos
no pueden cambiar, pero el tiempo pasa y la gente grande vota una esperanza,
los niños juran la bandera, cantan el Himno Nacional y saben que existe una
Constitución y las leyes. Pero también saben que, para ellos, no valen.
Los nombres de los barrios más cercanos al
basural, se sienten como una ofensa por su desemejanza con la realidad. Allí
donde la desigualdad desciende al último escalón de la dignidad, ahí donde la
insalubridad se expande sin remedio, en ese mismo lugar, un barrio se llama Justicia
y el otro se llama Sanidad.
7. Impacto en la autoestima
Las mediciones de impacto socio – ambiental en
basurales a cielo abierto podrán determinar de qué manera afecta la actividad
humana al medio ambiente; podrán medir los efectos que producen en una población
y en sus condiciones de vida, y con esos índices tomar medidas adecuadas para
el cuidado del planeta y la salud de los habitantes. Podrán tomar precauciones
para evitar producir daños a la salud humana, al desarrollo económico y a la
naturaleza; y el mundo entero celebrará – ¿por qué no celebrar? – que es
posible crecer sin perder el equilibrio entre lo necesario, lo esencial, lo
transitorio y lo permanente.
Sin embargo, hay impactos que no se miden; hay
efectos de la actividad humana y del ambiente que hasta ahora no fueron
cuantificados; no hay índices, por ejemplo, de cuánto afecta a la personalidad
y a la mente humana el hecho de tener que vivir de la basura, de revolver la
basura para comer y vestirse; así como tampoco hay estudios psicológicos que
evalúen el impacto emocional y psíquico que tienen los basurales en los
habitantes de las inmediaciones.
No se puede cuantificar el grado de
humillación, ni medir la desigualdad que se imprime como un sello en la mente,
en el cuerpo y en las emociones de las personas que viven de los basurales, o
habitan muy cerca de ésos predios donde se arroja todo lo que el resto del
mundo desprecia: la suciedad, las sobras, los restos, los excrementos, la
mugre, lo insalubre, los residuos, la sangre, la fetidez, los despojos, lo
roto, lo inútil, lo que no tiene arreglo, lo vencido, lo podrido y los
desechos.
Vivir en un basural va contra toda lógica,
contra la cultura y contra la naturaleza humana. Desde que nace, el individuo
es separado de los desechos que produce su organismo tras el consumo de
alimentos. Mantenerlo alejado, fuera del alcance de todo lo relacionado con
basura, residuos y desechos, son comportamientos que garantizan la
supervivencia, la salud de las personas y forman parte de la cultura ancestral propia
de la especie humana.
Lo que nadie quiere ver ni oler, pronto es
sacado de la vista y de la presencia de las personas; el ser humano no soporta
convivir ni siquiera con su propia basura. El mecanismo consiste en poner
afuera de sí y de su entorno, todo lo que considere nocivo, perjudicial o
desagradable. El ser humano es un creador serial de basura, pero no está
dispuesto a convivir ella.
Sin embargo, ahora, a 15 minutos de la ciudad,
hay familias a las que la realidad del basural les pega en la cara, en las
narices, en los ojos, en la piel, en los pulmones, en la cabeza, en los
intestinos y en los dedos de los pies. Les pega en la mente, en las emociones,
les pega en la dignidad, en su psiquismo, en la personalidad, y deja una marca
indeleble en la autoestima: no sienten – y es probable que nunca sientan – que
son iguales ni que tienen los mismos derechos que los demás.
Dentro de esos lugares llamados basurales, y
alrededor de ellos, la desigualdad y sus inseparables compañeras, la pobreza,
la exclusión y la miseria, esperan una justicia más leal a los principios
éticos, una justicia inconforme consigo misma, con expectativas de impartir una
justicia mejor. Esperan que el gobierno y la empresa encargada de la
recolección, cumplan lo pactado: hacer un relleno sanitario en el actual
basural a cielo abierto. Esperan de nosotros como sociedad -que somos los
mayores productores de basura del planeta – nos hagamos cargo de nuestros
propios desechos y clasifiquemos en nuestras casas la montaña de residuos que generamos.
Esperan no se les niegue el derecho a vivir y
respirar en un ambiente limpio y sano.
Esperan que una proeza de nuestra empatía los
libere del impacto paralizante del lugar de nacimiento que les asignó un
espacio en el orden artificial que le impusimos a la naturaleza: el lugar de
los desechos. Y para ello también hace falta trabajo, pero trabajo digno y
humano, trabajo en serio.
Es necesario volver a pensar el viejo sistema
político que ya no sobrevive a nuestra pasividad ni laxitud, sino que requiere
de un esfuerzo activo, consistente en colocar a las personas en el lugar de la
equidad, donde la dignidad humana nos trata a todos por igual.
La desigualdad no espera.
Si Estas personas tienen derechos, los tienen
ahora, no en el futuro.
Lic. Cynthia Molinari