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Clase 4 A
- Revalorizar el trabajo en equipo para modificar el grado de aislamiento profesional y potenciar espacios de intercambio con otros que permiten socializar experiencias de enseñanza y aprendizaje.
- Afianzar el trabajo en equipo para el desarrollo de tareas colaborativas en el marco de la transformación de la escuela secundaria actual.
El “trabajo en equipo” es algo de lo que se habla mucho. Todos tenemos incorporado a nuestro discurso que trabajar en equipo es positivo, que enriquece, que potencia. Pero también sabemos que acordar con otros es complejo, que tomar en cuenta la perspectiva de quien piensa diferente cuesta…
La propuesta de trabajo en equipo supone, en primer lugar, que esta dinámica promueva una sinergia más efectiva y eficaz que la acción individual. En segundo lugar, supone que la colaboración habilita un análisis de problemas comunes con criterios mejores y más amplios y, por lo tanto, tiende a generar soluciones que sean verdaderas alternativas.
¿Qué es el trabajo en equipo? (Y qué NO es trabajo en equipo)
Un “equipo” puede querer decir cosas distintas para cada uno: reconocernos como compañeros de trabajo, compartir materiales, planificar juntos, compartir obstáculos... ¿qué significa lograr un equipo para cada uno de nosotros? ¿Todo grupo es un equipo? Un grupo reúne personas que trabajan juntas pero estas no necesariamente conforman un equipo. Para hablar de equipo es necesario que esas personas trabajen en pos de un objetivo en común y que estén comprometidas con esa meta. Esto implica participar y estar comunicados.
Si no, no hay equipo; puede haber grupo, puede haber amistad y hasta buen clima de trabajo pero no estamos en presencia de un verdadero equipo.
Blejmar (2013), nos ayuda a profundizar en esta distinción: el grupo es un conjunto de sujetos ligados afectivamente que se reconocen mutuamente como integrantes del mismo espacio de convivencia mientras que el equipo implica un grupo de sujetos articulados emocional, intelectual y activamente por una tarea y objetivos comunes, enfocados a la búsqueda de resultados
El trabajo en equipo no es algo nuevo. Hace tiempo escuchamos que debemos superar el individualismo. Pero surgen algunos interrogantes para pensar: ¿el trabajo en equipo es siempre positivo? ¿El trabajo individual es siempre desaconsejable? Frente a estas preguntas, nos parece interesante tomar el aporte de, Fullan y Hargreaves quienes nos alertan acerca del riesgo del “mito colectivo” y afirman “a pesar de su beneficios demostrados, (el trabajo en equipo) no deja de tener sus problemas. No trae consigo nada automáticamente bueno. La gente puede colaborar para hacer cosas buenas o malas (...)” Los autores rescatan también la importancia del trabajo individual: la soledad invita a aprender, a pensar, innovar y mantener contacto con nuestro mundo interno. Aclaremos que estamos defendiendo la individualidad, no el individualismo que ha caracterizado muchos años las tareas de los docentes y nos ha llevado a trabajar aisladamente, convirtiendo nuestra aula en una isla. Los autores proponen entonces “Luchar por el trabajo en equipo pero no ingenuamente. También debemos promover y proteger al individuo” (Fullan y Hargreaves, 1996: 30). Así, el trabajo en equipo muchas veces puede ser elegido más como una moda que como una opción, lo que puede llevar a desestimar el aporte del trabajo individual que en ciertos casos es valioso y necesario.
¿Y cuáles son las ventajas del trabajo en equipo? El trabajo en equipo modifica sobre todo la incertidumbre de la tarea y reduce la sensación de impotencia de los docentes. “En las culturas del trabajo en equipo, los docentes elaboran una seguridad colectiva para dar una respuesta crítica al cambio”, dice Fullan, por eso las culturas de trabajo en equipo mantienen un compromiso con la mejora sostenida y con la búsqueda de métodos para mejorar la práctica, tanto dentro como fuera de la escuela.
Así, el trabajo en equipo potencia, pero necesita operar bajo ciertas condiciones. No automáticamente, como advierten Fullan y Hargreaves. Muchas veces creemos que estamos frente a un equipo pero nos encontramos con un “como si”. Algunas pistas pueden ayudar a identificar un auténtico equipo y diferenciarlo de sus “pseudo formas”, de las que hablaremos más adelante:
Un verdadero trabajo en equipo debería:
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Facultar a todos para la acción, el compromiso y el aprendizaje.
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Ampliar la voz y la visión de todos.
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Fortalecer la participación mediante la cesión de poder, los procesos de negociación, la posibilidad de elección, la adjudicación de tareas desafiantes y el apoyo constante.
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Fomentar la colaboración mediante metas cooperativas y la generación de confianza.
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Identificar las responsabilidades de cada uno.
El trabajo en equipo, entonces, tiene las siguientes características:
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Un objetivo, una finalidad o una meta común: todos los participantes deben tener claridad y compartir el objetivo del trabajo. Generar ese acuerdo puede implicar una negociación, pero es el requisito principal para estructurar las acciones. Es necesario considerar que al trabajar en grupo se es menos libre individualmente. Para que sea posible trabajar en equipo hay que aceptar sus normas y acuerdos, aun cuando, a veces, no se correspondan con nuestra opinión individual.
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El compromiso de las personas con el objetivo y con el equipo. El trabajo colaborativo requiere que las personas se sientan involucradas en el objetivo y con el equipo. Es importante que a la hora de definir la meta se pongan en juego intereses movilizadores para cada individuo. A fin de mantener un equipo de trabajo, los integrantes deben visualizar que sus colegas son necesarios para lograr el objetivo propuesto. Sin esta necesidad sentida de los otros, es probable que el equipo se diluya o se sostenga únicamente en la forma.
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La delimitación de un espacio definido por un saber - hacer colectivo. Este marco habilita la identificación de situaciones problemáticas, las oportunidades de mejora, la resolución de problemas, la decisión de acciones, el despliegue de acciones y la evaluación.
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Una comunicación fluida entre los miembros del equipo. Con el fin de alcanzar el objetivo y asegurar que todos los miembros colaboren desde su lugar, es necesario compartir la información entre todos y habilitar espacios frecuentes para el intercambio. Cabe reconocer que no todos participarán del mismo modo, pero eso no es el problema; el riesgo a evitar es que el trabajo se encauce según la visión o las acciones de algunos. Al respecto, cabe mencionar que los conflictos son inherentes a la vida social y también a los equipos de trabajo. Por ello, no importa la cantidad de problemas que surjan sino el modo en que se resuelvan. Reconocer el conflicto, ponerlo sobre la mesa y habilitar condiciones emocionales y comunicacionales para su solución serán las claves del éxito para mantener el equipo.
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Instancias efectivas para la toma de decisiones y para el seguimiento/evaluación. Aspectos centrales para trabajar colaborativamente son tanto el proceso de toma de decisiones como el proceso de evaluación y seguimiento de acciones. Estipular en conjunto las que sean necesarias para resolver el conflicto o cumplir el objetivo permite definir los roles y responsabilidades que asumirá cada integrante. A su vez, pensar cómo monitorear el desarrollo de las acciones facilita compartir los resultados y ajustar las decisiones.
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Momentos para diferenciar y momentos para alinear. En el trabajo en equipo hay momentos en los que es necesario debatir ideas y contraponer o sumar distintos puntos de vista (por ejemplo, cuando se analiza un problema o se define la instancia inicial de una situación). El aporte de los integrantes se torna valioso para desplegar el problema y enriquecerlo con la mirada de cada uno. En esos momentos, es importante liderar el debate, fomentarlo. Pero cuando se toma una decisión (“¡Vamos por acá!”), es necesario abandonar las diferencias y alinearse detrás de ella uniendo todas las energías en una misma dirección. Esta es la diferencia entre acordar y consensuar. El consenso es la búsqueda, muchas veces ilusoria, de que todos coincidan y eso dilata mucho las decisiones y termina a veces en una falsa unanimidad. El acuerdo es una dinámica más madura que implica, a veces, ceder un punto de vista individual en pos de alcanzar un objetivo en común, implica negociar, correrse del lugar de verdad única cuando la tarea lo requiere.
Leamos el siguiente relato:
Así como decimos que no todo grupo es equipo, hay algunas dinámicas grupales que resultan algo engañosas, porque pueden parecer equipos cuando en realidad no lo son. Algunos autores las denominan las “pseudoformas de trabajo en equipo” podemos identificar algunas de estas combinatorias que actúan “como sí”:
- balcanización: grupos separados y que compiten entre sí. Los grupos se arman “por oposición a” más que por un objetivo en común. Ejemplo: turno mañana vs turno tarde, docentes noveles vs docentes con más trayectoria, etc.
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la cooperación fácil: el intercambio entre los integrantes se limita a tareas cómodas. Las frases que decimos en las reuniones “terminemos rápido así nos vamos temprano”.
- el equipo artificial: se trata de un grupo de personas que comparten una serie de procedimientos formalmente y programas fijos y definidos respecto de qué hacer y cómo, pero sin una auténtica participación de los integrantes.
- amiguismo: se confunden los vínculos personales y profesionales. Muchas veces logramos vínculos de amistad en las escuelas, pero es importante diferenciar ese resultado indirecto de una búsqueda directa.
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el corporativismo: se da cuando permanentemente se concentran los problemas en cuestiones que no refieren al objetivo y el para qué de la escuela.
Frente a estas pseudoformas de trabajo en equipo, es necesario reconocer y neutralizar aquellos patrones de interacción que son una piedra en el zapato para la realización de los objetivos que nos proponemos, y trabajar día a día con nuestro decir y nuestro hacer, en la conformación de equipos que ayuden a crecer a todos sus miembros.