En la sociedad se suelen depositar
expectativas distintas en los varones y en las mujeres. Algunas conductas
serían esperables solo de varones y otras serían exclusividad de las mujeres.
Estas expectativas pasan a formar parte de los estereotipos de género, que
asignan de manera diferente, para mujeres y varones, tareas y roles,
valoraciones, cuidados del cuerpo, formas de afectividad y vínculos. En nuestra
sociedad estos estereotipos no solo implican diferencias de género sino también
relaciones de desigualdad entre varones y mujeres, que generalmente se
naturalizan, es decir, se perciben como atributos normales e incuestionables.
Un ejemplo de estos es el inicio sexual, que suele ser en la adolescencia un
suceso de la afirmación de la identidad particularmente para los varones. Para
las mujeres las presiones se ejercen de otro modo, muchas veces como una forma
de coerción, por actos de violencia, para que el acto sexual se concrete.