6. EL ARTE COMO MOTOR DE LA DEMOCRACIA
Las artes son emociones. La democracia, en cambio, se corresponde con la
política que, en un sentido estricto, debieran ser decisiones racionales. Sin
embargo, es muy difícil separar una cosa de la otra. No se trata de manipular
los sentimientos para producir efectos políticos, sino de activar las emociones
para “conmover” a las personas a que se sientan parte de una comunidad.
La democracia se sustenta en la soberanía popular y ese pueblo, esa
ciudadanía necesita canales eficaces para poder participar en los procesos de
toma de decisiones políticas. Los debates políticos por sí solos no producen
mucha atracción, razón por la cual son necesarias formas de “llamar” que puedan
ser eficaces.
Pero no solo llamar, también entusiasmar o ilusionar. Que la persona
llamada se pueda sentir parte de esa comunidad sobre la cual va a hacer sus
aportaciones para definir las decisiones políticas que deban transformar una
realidad concreta.
La participación en democracia se suele identificar con el voto, ya sea
para elegir representantes ya sea para tomar una decisión en un referéndum. El
voto es el icono de la democracia y parece que la democracia se reduce a ese
hecho cargado de liturgia.
Sin embargo, debemos reconocer que existe otra dimensión del sistema
democrático que no consiste solo en el voto. Hablamos de la dimensión
deliberativa o dialógica de la democracia, aquella en la que lo importante es
el debate, el contraste de argumentos, la puesta en común de diferentes
opiniones para construir propuestas o hacer aportaciones a determinadas
actuaciones públicas que afectan al conjunto de la ciudadanía. Para este tipo
de acciones la utilización de diferentes artes, particularmente las escénicas
(teatro, danza cine, circo…) tienen un enorme recorrido y utilidad.
Experiencias de participación ciudadana a partir de la realización de
pequeñas piezas de teatro, del rodaje de un documental, la organización de
exposiciones fotográficas, la danza como medio de transmisión de emociones, la
lectura de poemas, las pinturas murales de forma colectiva para expresar
sentimientos o ideas de mejora en el barrio o la ciudad
Realmente la combinación de este tipo de “actuaciones” tiene mucho
impacto en los espacios en los que se producen y en las personas que los viven,
lo que estimula la participación y un mayor grado de implicación colectiva.
Sobre todo, se produce el fenómeno de la “comunitarización”, de sentirse parte
del grupo, de algo más que el entorno más inmediato y propio de una persona,
como sus amigos o familia.
No debiera confundirse la utilización de las artes para favorecer la
participación ciudadana y, consecuentemente, la democracia con la acción de
algunos ’lobbies’ políticos que utilizan las emociones y
estimulan los marcos cognitivos para provocar reacciones favorables a sus
intereses. El día a día en las ciudades está plagado de acciones de este tipo.
Se trata de reconocer la vertiente espiritual de toda persona, su capa emocional más o menos activa, más o menos dormida. Una vez reconocida su existencia podremos colegir que si se activa en positivo puede favorecer la creatividad en la búsqueda de soluciones a los problemas que se plantean en la comunidad.
Vemos que el
arte puede (y de hecho lo es) ser muy movilizador. En toda época y en todo
lugar.
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