2. LOS RECURSOS NATURALES COMO RECURSOS ECONOMICOS

Habíamos comentado, en nuestros primeros encuentros, que uno de los factores de la producción eran los recursos naturales (que en las primeras concepciones económicas se caracterizaba como “tierra”). Trabajaremos ahora con una profundidad mayor.

La sociedad humana viene extrayendo de forma sistemática valor de ciertos elementos abundantemente disponibles en la naturaleza, lo que convierte a estos recursos naturales en indispensables para la satisfacción de las necesidades humanas y para la producción de bienes y servicios.

Dichos recursos pueden ser categorizados en función de su procedencia, biológica, mineral, acuática y energética, siendo la gestión sostenible de estos recursos primordial para la preservación del bienestar social y para propiciar procesos de desarrollo continuos.

Otra clasificación, comúnmente aceptada, los divide en renovables y no renovables. Los recursos renovables, como la energía solar, la biomasa y los suelos, poseen una capacidad inherente de regeneración natural y no son susceptibles al desgaste por su utilización. Por el contrario, los recursos no renovables como los minerales, el petróleo y el gas natural, existen en la naturaleza en una cantidad finita y propenden al agotamiento a través de su utilización.

El potencial económico de los recursos naturales es inherente a su papel fundamental en numerosas actividades productivas, su capacidad para generar empleo y la riqueza que acumulan. La explotación de los recursos minerales y energéticos como componentes indispensables para la producción de bienes esenciales como alimentos, materiales de construcción, medicinas y otros bienes y servicios constituye una actividad significativa en muchas naciones.

Garantizar una gestión sostenible de los recursos naturales es crucial para la estabilidad y la resiliencia de estas cadenas de valor y para fomentar un desarrollo económico equitativo y consciente del medio ambiente.

Una de las más relevantes entre estas teorías es la del llamado “desarrollo sostenible”, que postula que se puede lograr el desarrollo económico y social sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus necesidades.

El “desarrollo sostenible” es un concepto que aparece por primera vez en 1987 con la publicación del Informe Brundtland, que alertaba de las consecuencias medioambientales negativas del desarrollo económico y la globalización y trataba de buscar posibles soluciones a los problemas derivados de la industrialización y el crecimiento de la población.

Esta teoría se sustenta en tres pilares: económico, social y ambiental que trata de integrar en un desarrollo armónico y cohesionado:

– Pilar social: La sostenibilidad fomenta el desarrollo de las personas, comunidades y culturas para conseguir un nivel global de calidad de vida, sanidad y educación adecuado y equitativo (incluyendo en este último la igualdad de género).

– Pilar ambiental: La sostenibilidad considera que la naturaleza no es una fuente inagotable de recursos y vela por su protección y uso racional, apostando por aspectos que contribuyen a su logro, tales como el cuidado del medio ambiente, la inversión en energías renovables, el ahorro de agua, la apuesta por la movilidad sostenible o la innovación en construcción y arquitectura sostenible.

– Pilar económico: La sostenibilidad también busca impulsar un crecimiento económico que genere riqueza equitativa sin perjudicar los recursos naturales. Una inversión y reparto igualitario de los recursos económicos permitirá potenciar los demás pilares de la sostenibilidad para lograr un desarrollo completo. (Macho, 2023)