3. EL INTERÉS

Podemos decir que toda operación financiera (o sea, que involucre dinero) es un préstamo, en el que un prestamista entrega a un prestatario una cierta cantidad de dinero, a cambio de que este último lo devuelva al cabo de un cierto tiempo con un recargo o interés.

Por ejemplo, si se pide dinero prestado a una entidad financiera, éste deberá ser devuelto en un cierto plazo con un interés acordado previamente. Del mismo modo (o en modo contrario), si se deposita dinero en una cuenta bancaria, este capital se irá incrementando con el correr del tiempo. En este último caso, el prestamista es quien deposita el dinero y el prestatario es la entidad financiera.

A lo largo de la historia, siempre que el hombre ha prestado algo a otro, ya sea dinero u otros bienes, ha exigido que se le devuelva una cantidad superior a la prestada. Por otro lado, quien recibe el préstamo acepta devolverlo bajo esas condiciones.

Ya en el siglo XVIII, Jeremy Bentham (1748-1832) formuló la doctrina utilitarista según la cual todo acto debe ser juzgado y valorado según la utilidad que brinda. Útil era aquello que aumentaba el placer y disminuía el dolor. Por lo tanto, el individuo que prestaba un bien también sacrificaba la utilidad que el mismo le podría dar si lo hubiera conservado. Por ello era razonable que, finalizado el préstamo, exigiera el valor del bien más el valor de la utilidad perdida.

La lógica de este comportamiento fue retomada por los economistas neoclásicos a comienzos del siglo XX, y en particular por Irving Fisher (1867-1947). Fisher expuso en su obra “Teoría del Interés” (1930) la razón de la exigencia de intereses en la devolución de cualquier préstamo, fundamentando que no sólo el interés se basa en la utilidad del bien en préstamo sino también en el tiempo que el mismo es prestado. Es decir, no sólo influyen aspectos cuantitativos del bien, sino también temporales. Fisher introduce en su obra la noción de tasa nominal y la tasa real de interés, relacionando a ambas con la tasa de inflación.

Como ya hemos visto hasta aquí, no podemos ser indiferentes al tiempo en el cual puede disponerse de una cierta cantidad de dinero. Si a una persona se le ofrece disponer de $ 1.000 ahora o $ 1.300 quién sabe cuándo, no sabría qué elegir. Si los $ 1.300 son para dentro de 1 mes, seguramente aceptará esta opción. En cambio, si fueran para dentro de 10 años es muy probable que prefiera recibir los $ 1.000 ahora. Por esto, no sólo importa cuánto dinero más se devolverá al final de la operación, sino también cuándo será la devolución.

Obviamente, y siguiendo a Fisher, si incorporamos la idea de la inflación la decisión es quizás más clara. Si en nuestro ejemplo la inflación mensual fuese superior al 30% quizás nuestro amigo del ejemplo anterior no aceptaría postergar el ingreso del dinero ni siquiera un mes.

Vamos a definir entonces al interés como la contraprestación por el uso del dinero ajeno. Esa contraprestación implica que el dinero a devolver será mayor que el dinero prestado y esa diferencia entre ambos será el interés.

Como ya vimos, y para ser fieles a lo que venimos diciendo, esa diferencia debería cubrir algunos aspectos; como mínimo los siguientes:

1- La renuncia a utilizar el dinero, que implica dejar de obtener beneficios de usarlo yo para que lo use otro.

2- Hacer frente a la inflación, que significaba la pérdida del poder adquisitivo del dinero que justamente no estoy utilizando.[1]

3- Hacer frente, también, al riesgo potencial que enfrentamos que el deudor no nos devuelva el dinero prestado.

Dejando claro, además, que no podemos ser indiferentes al paso del tiempo. Es decir que cuanto más tiempo prestemos el dinero es más lógico que sea mayor el interés a cobrar.

Entonces los elementos que vamos a considerar en una operación financiera de interés serán:

·  el capital o monto original de la operación,

·  el costo de la misma que llamamos interés y lo expresamos como una proporción en base 100 (porcentaje) del capital (la tasa)

·  el tiempo por el que se pacta la operación.

Recordamos:

Una proporción es una relación matemática que compara dos o más cantidades o magnitudes entre sí. Se expresa como una fracción y muestra cómo una cantidad es comparable o equivalente a otra.

Cuando esa comparación es en base 100 lo llamamos porcentaje. Si, por ejemplo, en una clase de 40 estudiantes 8 son extranjeros; la relación 8 de 40 la representamos como 8/40 y es equivalente a 20 de cada 100 (o 20/100). Es allí que decimos que el 20% de los estudiantes son extranjeros.



[1] En este punto y si lo crees necesario te invitamos a releer la clase de la semana 3, que trabajó sobre la inflación