2. El Estado Liberal (fines del siglo XVIII hasta mediados del siglo XX)
Como vimos anteriormente, la burguesía
naciente admitió el poder absoluto mientras fue adecuado a sus intereses de
clase. Pero cuando las medidas de los monarcas comenzaron a chocar con los
intereses del mercado, empezaron a cambiar su posición. La monarquía con su
participación en las guerras religiosas, su economía mercantilista y su toma de
decisiones personalista, empezó a toparse con la burguesía. Esa tensión creciente
tornó imprescindible una nueva relación entre el Estado y la sociedad civil. Aparece como resultado el constitucionalismo,
en donde la burguesía ya no se veía obligada a buscar los favores del monarca.
Por lo tanto, el poder del Estado empieza a estar controlado por la ley. Este
proceso de tensión y conflicto entre el Estado y la burguesía se encuentra
enmarcado dentro del pensamiento conocido como liberalismo. Esta ideología,
entre otras cuestiones, combatía la idea del origen divino del poder y su concentración
en una sola mano, defendía la autonomía de la vida privada, la propiedad
privada y la economía de mercado basada en la libre competencia. Entre los principios básicos del Estado
Liberal está la división de poderes, ya que sólo si existe un Poder Judicial
independiente del Poder Ejecutivo, es que se puede garantizar la vigencia de
los derechos. Con el Estado Liberal hay una nueva relación
entre el Estado y la sociedad civil, viéndose esta última, fortalecida. Esta
relación sólo fue posible con la llegada del capitalismo. A partir de este
nuevo sistema, la pertenencia a un determinado estrato socio-económico no
implica una condición jurídica especial, como la que se daba en el Estado
Absolutista. Sino que será el Estado nacional la forma jurídica de este tipo de
Estado, y el sujeto del mismo, será el ciudadano. Es una forma de Estado compatible con el
capitalismo, ya que ve a dicho organismo como garante del mercado. La visión
clásica de este modelo es la de Adam Smith (1723-1790) quien postuló que el
mercado se regulaba sólo, y era a través de la “mano invisible”. El mercado no
debía ser estorbado por nada externo a él. También sostenía que la prosperidad
económica tiene su base en el egoísmo de las personas, ya que la búsqueda de
ellas para satisfacer sus intereses movilizaba las fuerzas de la
economía. El pensador fundamental de este tipo de Estado
es John Locke (1632-1704). Para este teórico lo fundamental es proteger los
derechos a la propiedad (vida, bienes y libertad): “El fin, pues, mayor y principal
de los hombres que se unen en comunidades políticas y se ponen bajo el gobierno
de ellas, es la preservación de su propiedad”.