Los seres humanos siempre han tenido la necesidad de
agrupar y organizar los elementos de su entorno,
ya que eso les facilita comprenderlo y relacionarse con él. De todo lo que se
encuentra en ese entorno, los seres
vivos con los que habita siempre han sido de su mayor interés: nombrarlos, describirlos, entenderlos y clasificarlos
son actividades que han ocupado una gran parte de sus esfuerzos. Al igual que nosotros tenemos un nombre y un apellido para
diferenciarnos y que no haya error a la hora
de identificarnos, los científicos han pensado que los seres vivos también
necesitan “nombre y apellido"; es decir, dos
palabras para nombrarlos y que esa nomenclatura
fuera única para evitar confusiones. Este modo de clasificar se lo debemos a Carl Linneo
(1707-1778), quien fue un naturalista sueco que tomando como base los trabajos de Aristóteles estableció, 2.000
años después, las bases del actual sistema
de clasificación de los seres vivos., que cuando quería hablar de alguna
especie con otros científicos tenía
el problema de cómo referirse a ella para que no hubiera error, por lo que ideó
el sistema denominado NOMENCLATURA BINOMIAL. Esta nomenclatura consiste en asignar
a las distintas especies un nombre formado
por dos palabras.
La primera palabra empieza
con mayúscula y se refiere
al género
La segunda palabra se escribe en minúscula y nos indica
la especie
Ambas se escriben en letra cursiva cuando se escribe digitalmente, o subrayada si se escribe
a mano.