Estudiamos en organizaciones, nuestros alimentos
son fabricados por organizaciones, nuestros impuestos son administrados por
organizaciones. Concurrimos a hospitales, utilizamos el transporte público,
vamos a comer a restaurantes, simpatizamos por un club, trabajamos en fábricas,
comercios o instituciones públicas, participamos de partidos políticos,
colaboramos con fundaciones, pertenecemos a una cooperativa o somos
beneficiarios de un plan de ayuda del gobierno. Nuestra vida está
constantemente en contacto con organizaciones de todo tipo y tamaño, y con las
más variadas funciones y finalidades. A su vez, los profundos cambios
tecnológicos y del entorno en el que se insertan las organizaciones, tanto
privadas como públicas, evidenciados en los últimos 40 años, han modificado
sustancialmente su dinámica de funcionamiento, su necesidad de flexibilidad y
adaptación permanente a nuevos contextos exigiendo una búsqueda constante de
mejores prácticas organizativas e incrementando la complejidad de sus procesos
internos, así como de las competencias de los recursos humanos idóneos para
conducirlas.