En 2010 se inició una serie de protestas populares en distintos países
del norte de África y Asia, denominada “Primavera árabe”. Allí Facebook y Twitter tuvieron un rol protagónico en la difusión de
acontecimientos que se produjeron en las calles que, en muchos casos,
culminaron con la caída de gobiernos que llevaban décadas en el poder. ¿Podría
decirse entonces que las redes sociales cumplieron un rol político
transformador determinante?
De alguna manera, ante esta pregunta podría contestarse que sí: que las
redes sociales ayudaron a la difusión de ideas que, en muchos casos, eran
ocultas por los medios masivos de comunicación, y colaboraron en reunir a las
personas. Sin embargo, es ingenuo pensar que la participación activa en
Facebook o en Twitter provocó (per se) la caída de gobiernos. De hecho, y para
comprender el acontecimiento, es necesario rescatar el rol de diversos actores
políticos (dirigentes, militantes sociales y manifestantes) que se mantuvieron
en la calle durante días, poniendo “el cuerpo” a la adversidad.
En ese sentido, el poder de
las redes sociales aún es limitado, ya que las mismas dependen de internet. Sin
Red no hay Web. Y esto fue lo que ocurrió en muchos países árabes. En los
momentos de mayor efervescencia, los gobiernos decidieron utilizar el poder de
“bajar la palanca”, y cortar las telecomunicaciones. Aquí las empresas
operadores se convirtieron en cómplices de administraciones que buscaban evitar
que se produzca una organicidad a través de la libre publicación de ideas en el
universo digital.