La contaminación, principalmente identificada como una
consecuencia dentro de los paisajes urbanos, también está vinculada al cambio
climático. Tanto el cambio climático como la contaminación del aire se ven
empeorados por la combustión de combustibles fósiles, que incrementa las
emisiones de CO2. Los contaminantes atmosféricos y los gases de efecto
invernadero suelen provenir de las mismas fuentes, por ejemplo, las centrales
eléctricas alimentadas a carbón y los vehículos que utilizan diésel. Algunos
contaminantes atmosféricos no duran mucho tiempo en el medio ambiente, en
especial el carbono negro, que forma parte de la materia particulada fina.
Otros contaminantes climáticos de corta vida son el metano, los
hidrofluorocarbonos y el ozono troposférico. Estas sustancias tienen un efecto
de calentamiento climático mucho más potente que el dióxido de carbono. En primer lugar, es necesario aclarar dos
conceptos que, si bien están estrechamente relacionados, con frecuencia se
toman de manera errónea como sinónimos: el cambio climático y el
calentamiento global. Existe una importante diferencia, y es que el
calentamiento global es la causa del cambio climático, es decir, el aumento de
la temperatura del planeta provocado por las emisiones a la atmósfera de gases
de efecto invernadero derivadas de la actividad del ser humano, están
provocando variaciones en el clima que de manera natural no se producirían. La Tierra ya se ha calentado y enfriado en otras ocasiones
de forma natural, pero lo cierto es, que estos ciclos siempre habían sido
mucho más lentos, necesitando millones de años, mientras que ahora y como
consecuencia de la actividad humana, estamos alcanzando niveles que en
otras épocas trajeron consigo extinciones en apenas doscientos años.
El cambio climático ya afecta a prácticamente todos los
niños y niñas del mundo. Los desastres naturales, la degradación del medio
ambiente y la pérdida de biodiversidad pueden causar estragos en la agricultura
y privar a los niños y niñas de agua potable y de una alimentación nutritiva.
Además de crear entornos peligrosos y provocar brotes de enfermedades, también
pueden dejarles sin un lugar seguro donde habitar y arruinar la calidad de los
sistemas de salud y de educación que necesitan para sobrevivir y prosperar. Los expertos coinciden en señalar la Revolución
Industrial como el punto de inflexión en el que las emisiones de
gases de efecto invernadero arrojadas
a la atmósfera empezaron a dispararse. Hay que recordar que la Revolución
industrial nació de otras muchas pequeñas revoluciones: la agrícola, la
tecnológica, la demográfica, de medios de transporte, finanza que dieron lugar
a un nuevo modelo de producción y consumo. Desde ese momento, el crecimiento de la población (en 1750
había menos de 800 millones de habitantes en la Tierra, hoy somos más de 7.500
millones), un consumo de recursos cada vez más desmedido, el aumento en la
demanda y producción de energía obtenidas mayoritariamente a través de
combustibles fósiles han provocado que el planeta haya entrado en lo que parte
de la comunidad científica ha denominado el Antropoceno:
la nueva era geológica motivada por el impacto del ser humano en la Tierra. El principal resultado ha sido el aumento de la
temperatura global del planeta, que desde ese período ha aumentado en 1,1 0C,
si bien se estima que al final del presente siglo el termómetro pueda
aumentar todavía más aun cumpliéndose los compromisos de
reducción de emisiones fijados por los países. Este aumento global de la temperatura trae
consecuencias desastrosas que ponen en peligro la supervivencia de la
flora y la fauna de la Tierra, incluido el ser humano. Entre los impactos del
cambio climático destacan, el derretimiento de la masa de hielo
en los polos, que a su vez provoca el aumento del nivel del mar, lo que produce
inundaciones y amenaza los litorales costeros –incluso pequeños estados insulares
están en riesgo de desaparición-. El cambio climático también aumenta la aparición de
fenómenos meteorológicos más violentos, sequías, incendios, la muerte de
especies animales y vegetales, los desbordamientos de ríos y lagos, la
aparición de refugiados
climáticos y la destrucción de los medios de subsistencia y de
los recursos económicos, especialmente en países en desarrollo.