4. BREVE HISTORIA DEL DINERO – EL DINERO MERCANCÍA


Los orígenes del trueque se remontan a alrededor del año 10.000 A.C. en el Medio Oriente. En ese entonces las sociedades intercambiaban ganado, cereales, especias, verduras y cualquier producto en el que se especializaban, motivados por el aprovechamiento de las condiciones locales. Así, si alguien contaba con un excedente de maíz y la otra persona con un excedente de cacao, se llegaba a un acuerdo y se realizaba el intercambio. El trueque fue el precursor de las grandes rutas de comercio, como la famosa Ruta de la Seda, y también la actividad que abrió paso a los primeros contratos sociales y económicos. Hoy en día la actividad de trueque sigue vigente en muchas comunidades e incluso es importante para fomentar la cultura del reciclaje y el cuidado ambiental. Pensemos por ejemplo en las tiendas de ropa que ofrecen promociones de intercambio de ropa de segunda mano por algún producto en tienda. 

Pero ¿Qué tiene que ver el trueque con el dinero? Para que exista el trueque deberían darse, al menos, dos condiciones. La primera, que la persona que tiene el bien o servicio que yo necesito esté dispuesta a cambiarlo por el bien del cual yo tengo excedentes. Si yo produjera tomate y quisiera cambiarlos por pan es imprescindible encontrar alguien que, teniendo pan, desee tomates. La segunda, los bienes deben estar disponibles en el mismo momento en que se producen las necesidades recíprocas. Y hasta podríamos encontrar una condición más (y que ya mencionamos) y es que el valor de los bienes a intercambiar debería ser equivalente.

Ante estos inconvenientes es que surgen las primeras monedas en la región que ahora se conoce como Turquía. Las monedas metálicas estaban hechas de electro, una aleación de oro y plata, y su valor estaba respaldado por el Estado, como sucede en la actualidad. Así como en su momento el trueque permitió las grandes rutas de comercio, el surgimiento de las monedas coincidió con el auge de las grandes ciudades. ¿Y cómo funcionaban? Las personas cambiaban sus excedentes, en el momento que los tenían, por algún bien que fuera de fácil manipulación y que, además, no se deteriorase con el paso del tiempo. Luego podría cambiar este bien por aquel que necesitase aunque lo tuviera una persona distinta a la que dio su excedente.

Además al ser un metal podía fraccionarse sin alterarse y el total de las fracciones era equivalente al entero.

Una vez que aparece el dinero se empiezan a solucionar los tres inconvenientes mencionados; puedo cambiar mis productos sin tener que encontrar alguien con necesidades recíprocas, puedo cambiarlos en el momento en que los tenga y postergar su uso hasta que necesite el otro bien sin el riesgo que se deteriore, puedo cambiar bienes de distinto valor a través de esta intermediación de otro que, al poder fraccionarlo, podía utilizarlo en distintas transacciones con bienes que ya no necesariamente tenían un valor equivalente.

En este enfoque el dinero pasó a ser una mercancía en sí mismo, ya que la gente lo requería para conseguir, a través de él, los bienes y servicios necesarios para cubrir sus necesidades.