Es un
código de signos, siglas, acrónimos, abreviaturas de palabras inglesas, dibujos
compuestos con los caracteres del teclado y palabras a las que se les han
eliminado casi todas las vocales. Este lenguaje se ha convertido en la forma
más ingeniosa de comunicarse entre los adolescentes del siglo XXI. Todo vale si
cumple su objetivo: condensar al máximo las palabras para que quepa la mayor
información posible dentro de los 160 caracteres que caben en cada mensaje de
texto, también conocidos como SMS, según sus siglas inglesas, Short Message
Service (servicio de mensajes cortos). Está pensado para el público más joven. Las
estadísticas muestran que alrededor del 40% de los dueños de teléfonos móviles
utiliza los mensajes cortos y que el envío de mensajes a través del móvil se ha
convertido en el servicio que ha experimentado un mayor crecimiento en todos
los operadores de telefonía. Los que más lo emplean son los jóvenes de entre 15
y 35 años fundamentalmente por dos razones: el tiempo y el dinero. El ahorro de
espacio y de dinero son fundamentales: los mensajes están limitados a 160
caracteres y se trata de no pagar más. Esto crea un estilo particular, como
cuando nació el telégrafo, en el que se redujo todo lo que no era necesario
porque se cobraba por palabra.