4. LA AUTONOMÍA ECONÓMICA

4.2. Las responsabilidades de cuidado

 

 

Las responsabilidades de cuidado también inciden en las trayectorias educativas de alumnos y

alumnas. El 56% de los hombres y el 67% de las mujeres ocupan más de 2 horas del día en el cuidado de hermanas y hermanos, familiares y en tareas del hogar. En promedio, las alumnas dedican más de 3,1 horas diarias a estas tareas, mientras que los alumnos lo hacen solo 2,5 horas. La evidencia sugiere que, tempranamente, se vivencia la tradicional división del trabajo en las tareas de cuidado dentro de los hogares, las que después se ven reforzadas a lo largo del ciclo de vida.

 

El acceso y la permanencia en el nivel secundario resultan una condición necesaria —mas no suficiente— para la adquisición de habilidades críticas para la vida y el mercado laboral, y contribuyen significativamente al desarrollo de la autonomía económica, física y política de niñas y adolescentes. La evidencia disponible muestra cómo los mayores niveles de educación se encuentran estrechamente relacionados con la postergación de las uniones tempranas, el nacimiento del primer hijo/a y el alcance de mejores niveles de inserción laboral futura (CEPALy UNICEF, 2016).

 

Las responsabilidades de cuidado en la sociedad recaen mayoritariamente en los hogares, y son asumidas principalmente por las mujeres, ya sea a través del trabajo remunerado o del trabajo no remunerado realizado en el hogar. El tiempo dedicado al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado constituye casi la mitad del tiempo total de trabajo que realizan las mujeres. Esas tareas resultan fundamentales para la reproducción social, ya que todas las personas en todos los momentos del ciclo vital necesitan algún tipo de cuidado. Sin los cuidados, el resto de las actividades sociales —sean productivas, recreativas, artísticas o científicas— no podrían funcionar (ONU Mujeres y CEPAL, 2021).

 

El esquema patriarcal, donde solo los hombres realizan el trabajo productivo (remunerado) y las mujeres el reproductivo (no remunerado), ha comenzado a cambiar. Pero esos cambios se han dado mayoritariamente por la entrada de las mujeres al mercado laboral y en mucho menor medida por la disponibilidad de los hombres a realizar las tareas del hogar. Es decir, los avances en la autonomía económica de las mujeres no han sido acompañados por una mayor corresponsabilidad por parte de los hombres, y tienen su contracara en las sobrecargas de trabajo asumidas por las mujeres, que redundan en las mencionadas dobles jornadas de trabajo —de trabajo remunerado y no remunerado—(CEPAL, 2022c). A pesar de la centralidad que las actividades de cuidado y su gestión tienen para sostener el bienestar de la sociedad, en tanto son las que permiten la reproducción social, es un trabajo que ha sido invisibilizado en la discusión política y social por largos años.

La sobrecarga de trabajo de las mujeres, sumado a una combinación de factores demográficos, socioambientales y políticos, ha devenido en una latente crisis de los cuidados. Ésta hace referencia a la imposibilidad de que amplios sectores de la población reciba los cuidados que requiere para llevar una vida digna (Cepal, 2022e).

 

La sobrerrepresentación de las mujeres en el sector del cuidado es el reflejo, a nivel del mercado laboral, del papel que se les suele asignar como cuidadoras, estereotipo basado en suposiciones sociales sobre la existencia de ciertas habilidades innatas para este tipo de labores. Es el caso, por ejemplo, de ciertas ramas de la educación, como la enseñanza de las y los niños más pequeños, que se considera una extensión del rol materno tradicional de las mujeres (OIT, 2016). Los hogares emplean en promedio al 15% de las mujeres en tareas de servicio doméstico, actividad que se caracteriza por presentar los ingresos más bajos de la economía, las mayores tasas de informalidad y de pobreza (CEPAL y OIT, 2022). Las mujeres en este sector se dedican generalmente al trabajo doméstico y de cuidados remunerados de personas que requieren asistencia.

 

En la Argentina, la organización social del cuidado se caracteriza por su familiarización y feminización. Las familias proveen la mayor parte del cuidado, sobre todo en la primera infancia. El

cuidado no remunerado (no mercantil) que se desarrolla en los hogares es la principal fuente de cuidado infantil.