2. EL TRABAJO BENÉVOLO

El trabajo benévolo es una modalidad contractual que en muchos casos reviste la forma externa de una relación laboral que se presta incluso obligatoriamente por haberlo así dispuesto previamente las partes. Tiene una aplicación bastante frecuente en hospitales, asilos, asociaciones de beneficencia y consiste en trabajos prestados por voluntarios que brindan su labor, a favor de personas o instituciones, con la finalidad de cooperar en una obra de bien común y en este supuesto la prueba de la causa no laboral de la prestación está a cargo de quien la alega.

Sabemos que la retribución, bien sea económica o de otro tipo, es el principal factor que diferencia el trabajo voluntario del trabajo remunerado. Todos tenemos una idea más o menos clara de lo que esto supone. Ahora bien, es importante dejar claro que no es la única diferencia entre ambos tipos de trabajo. Existen otros factores que nos pueden ayudar a distinguir entre uno u otro y, sobre todo, a definir mejor qué es el trabajo voluntario.

·         Compromiso social: En un trabajo tradicional no es necesario asumir ningún compromiso social o con el entorno que nos rodea. Algunas disciplinas o áreas de desempeño lo llevan implícito: por ejemplo, las que trabajan en sectores como la educación, la sanidad, la atención en crisis humanitarias o la orientación psicológica, entre otras. No obstante, no es indispensable que así sea. En el trabajo voluntario ocurre todo lo contrario: lo que nos anima a llevarlo a cabo es, justamente, el compromiso social que poseemos.

·         Aporte de las acciones realizadas: Otra diferencia tiene que ver con los aportes. Como en el apartado anterior, un trabajo tradicional no necesariamente debe mejorar el entorno en el que está inmerso; puede ser algo puntual y tener unos beneficios limitados. Sin embargo, en el trabajo voluntario lo importante es justamente el valor añadido de la acción que realizamos para una determinada comunidad o grupo social. El voluntariado es una práctica que se debe a los otros y no se entiende sin ellos.

·         Duración del trabajo: El trabajo tradicional está sujeto a plazos que la gran mayoría de veces no dependen de nosotros. Es el empleador o el tipo de proyecto el que fija las fechas de inicio o de finalización. En un trabajo voluntario es distinto: casi siempre somos nosotros los que decidimos dónde queremos estar y por cuánto tiempo. Obviamente, eso no significa que no se pueda dejar reflejado nuestro compromiso de voluntariado a través de un contrato u otro documento similar. De hecho, es necesario hacerlo; no obstante, será en condiciones distintas a las de las relaciones contractuales remuneradas.

De lo anterior se desprende que el trabajo voluntario es, antes que nada, una práctica social que nace de un compromiso con el entorno, así como de un rol activo y crítico con la realidad que nos rodea.

Aun así, es preciso dejar claro que no todas las acciones no remuneradas se pueden catalogar como trabajo voluntario. La prueba es que muchos de nosotros realizamos día tras día actos por los que no exigimos ni esperamos ningún tipo de retribución. Ahora bien, ¿son en realidad acciones de voluntariado?

El trabajo voluntario depende sobre todo de los valores que lo animan y de otros que se transmiten durante su ejecución. ¿De qué valores hablamos? Si bien cada acción de voluntariado tiene los suyos, en general es posible distinguir algunos que definen los proyectos de voluntariado como tal. Veamos:

·         Sentido humanitario: es una facultad humana que nos hace tender la mano a los más necesitados. E estar en el sitio indicado cuando otra persona lo necesita.

·         Solidaridad: puede entenderse como una forma de compartir y de estar con quienes nos rodean, especialmente con los que podemos mejorar con nuestra contribución.

·         Altruismo y empatía: el trabajo voluntario no espera nada a cambio, pues se sustenta en la obligación moral de hacer lo correcto. Además, nace de la capacidad para ponernos en el lugar de otros, de sentir lo que sienten y de entender sus actitudes y su comportamiento.

·         Generosidad: habla de compartir con los más necesitados o vulnerables aquello que podemos ofrecer. Ser generoso es dar y aportar en la medida de nuestras posibilidades.

·         Sensibilidad: es la fuente de todo trabajo voluntario; allí se origina y cobra forma. Algunos lo definen como un sentimiento; otros, como una manera eficaz de mantenernos al tanto de lo que sucede. Ser sensible es sentir lo que otros sienten y actuar en consecuencia.

·         Constancia: no existe trabajo voluntario sin continuidad en el tiempo. Para ello, son fundamentales los valores de la constancia y la perseverancia. ¿De qué nos sirve echar una mano hoy si mañana nos olvidamos? Un voluntario necesita proyectar su trabajo de alguna manera y garantizar que los aportes de este se mantengan a largo plazo.