En la República Argentina tenía vigencia el
sufragio universal, esto significaba el derecho a votar de los hombres mayores
de 18 años. En términos jurídicos, los ciudadanos argentinos podían votar y ser
elegidos para ejercer distintas funciones de gobierno. Sin embargo, el proceso
electoral era controlado por unos pocos y estaba plagado de manipulaciones y
falsificación de los resultados con la intención de que triunfara un
determinado candidato Para garantizar el control de la sucesión
presidencial, los sectores que ejercían el poder político adulteraban los
padrones, utilizaban libretas de personas fallecidas, cambiaban las urnas,
entre otras trampas muy frecuentes para llevar adelante el fraude
electoral. Hacia 1880 el Partido Autonomista Nacional
estaba basado en la alianza entre los gobernadores y senadores provinciales.
Esta alianza, junto con el presidente saliente, acordaba previamente cuál sería
la fórmula vencedora. Era la política de los notables -como se los llamaba en
la época- por su prestigio social, capital cultural y poder económico, quienes
se consideraban los más aptos para ejercer las funciones de gobierno. La
asistencia a ejercer el sufragio era muy baja, ya que no había interés en
participar en ese proceso electoral, cuyos resultados estaban previamente
convenidos. El voto no era secreto ni había obligación de votar.