2. La industria cultural.


Los filósofos alemanes Theodor Adorno (1903-1969) y Max Horkheimer (1895-1973) desarrollaron el concepto de industria cultural para investigar el modo en que el capitalismo (a través de las empresas) produce bienes culturales masivamente en una sociedad. Estos bienes son, por ejemplo, películas, libros, diarios, discos, o videos on-line, entre muchos otros, y operan mediante mecanismos de identificación para alcanzar un mayor número de consumidores. Cada bien cultural se produce para que alguien se identifique con él, y responde a un contexto social. Así, en épocas festivas como la Navidad, aumenta la exhibición de películas temáticas (por ejemplo, sobre la vida de Jesús) y surgen promociones que solo están vigentes durante las fiestas; mientras que, durante una campaña electoral, salen a la venta libros de crítica y opinión, o se transmiten noticias “de archivo” para dañar la imagen pública del oponente. Entonces, todo bien cultural se introduce en el mundo del arte, del entretenimiento, de la publicidad, o de las noticias, alcanzando al individuo de alguna u otra manera por alguno de los medios masivos disponibles. Cuantas más personas reciban ese bien cultural, más personas podrán consumirlo. En palabras de Adorno: “Lo que es nuevo en la industria cultural es la primacía inmediata y confesada del efecto” (Dialéctica del iluminismo, 1988). Ese efecto buscado es convencer al público de que lo que se hizo fue hecho para él, y que lo puede disfrutar en sus momentos de ocio. Pero, ¿Por qué quieren lograr este efecto?

Los medios masivos de comunicación tienen dos objetivos explícitos, y uno implícito. Los dos explícitos son, como ya vimos, informar y entretener. Pero detrás de ellos, subyace un objetivo general que está implícito: formar. ¿Qué quiere decir esto? Que mientras un noticiero de la televisión informa sobre lo que ocurrió en el día, está haciendo una selección de lo que cree que es más importante para exponer. Esta selección no es arbitraria, sino que responde a los intereses propios del grupo empresarial o del Estado que subvenciona o administra ese medio masivo, e incide en la formación ideológica del público. Por eso se dice que los medios masivos de comunicación son los encargados de formar y transformar la opinión pública de una sociedad.


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