7. IDENTIDAD Y CULTURA




Estos tres cambios –las posibilidades de expresión identitaria en las redes sociales, la migración de la interacción cotidiana a espacios virtuales y el aumento de canales de información– transforman la manera en que los individuos construyen su identidad. Esto se debe a que construir una identidad implica apropiarse de ciertos elementos disponibles en la cultura. La cultura, definida de manera amplia, está compuesta por vehículos simbólicos que dan significado a la experiencia (por ejemplo, creencias y formas estéticas) y por prácticas informales a través de las cuales se transmiten estos significados. De manera similar, la identidad se define por la adscripción a ciertos vehículos simbólicos y prácticas. Más específicamente, la identidad se define en gran medida por la apropiación de las normas y objetivos de la comunidad de práctica a la que pertenece el individuo. En el proceso de adscripción a una comunidad de práctica, es crucial que el individuo se apropie de los vehículos simbólicos de esa comunidad (por ejemplo, formas de hablar valoradas socialmente) y comprenda la relación entre su identidad naciente y las prácticas y contenidos que debe aprender. Por lo tanto, entrar en la cultura significa asumir una identidad como miembro de una o varias comunidades de práctica.
Ni el desarrollo de la personalidad adulta ni el establecimiento y mantenimiento de una identidad viable son procesos individuales. En todos los casos, existe una fuerte influencia del contexto social. Esto se debe a que es en lo social donde se valida los roles elegidos por los individuos, lo que constituye un elemento fundamental en el desarrollo de la identidad. En este proceso de validación de roles, es central cómo los individuos presentan públicamente su identidad. Por esta razón, una modificación en las opciones disponibles y en los medios para expresarlas conlleva una modificación en la construcción de la identidad, y, por ende, en la cultura.