La tarjeta de
crédito es la herramienta de endeudamiento por excelencia. Brinda un monto de
crédito abierto que permanentemente se actualiza. Y cada vez que pagás un poco,
el crédito disponible, es decir tu capacidad de volver a endeudarte, vuelve a
crecer. Por ese motivo también resulta un arma de doble filo. Una tarjeta
de crédito es un medio de pago que te permite hacer compras y cancelar el valor
posteriormente. Es “de crédito” porque la suma de dinero que usas cuando haces
una compra, corresponde a un préstamo que te otorga la entidad financiera, pero
abalado por el banco. Las tarjetas
son útiles porque llevan un registro de tus gastos. También ayudan a conseguir descuentos
en las compras, una novedad surgida en la Argentina inflacionaria. Y eso es así
porque no hay forma de mantener descuentos todo el tiempo, a menos que la gente
desconozca cuánto valen esas cosas. La tarjeta
tiene varios costos: el del resumen y los de mantenimiento y/o renovación, que
suelen ser una suma fija a la que hay que sumarle el IVA. Ese monto es parte de
tu deuda mensual y todos los meses tenés que pagarlo. Y ahí reside uno de los
secretos de las famosas “doce cuotas sin intereses”. Es cierto que no te los
cobran, pero la tarjeta se asegura de que todos los meses recibas el resumen,
lo que implica su costo más el seguro de vida.